El bosque
Que nuestros pasos sigan la estela cromática de las flores,
que busquen en el fango la huella de presas y depredadores,
que contemplen la armonía en vuelo de águilas y halcones.
Que se emocionen con el ulular de las intensas noches,
que se queden cegados de paisajes sin horizontes.
Que se camuflen con la espesura de los bosques.
Que las piedras nos susurren sus largos viajes,
que los sonidos dejen mudos nuestros pesares.
Que los árboles se acaricien con el crepitar del aire,
que el caminar erosione nuestros incisivos talones,
que el viento puro se embriague de olores,
Que cuando te fundas con la hojarasca degustes sus sabores,
que en la mochila nos llevemos tan sólo emociones,
que nuestros pasos nos guíen sin malas intenciones.
Y que cuando regreses a casa… la naturaleza no te pida explicaciones.
Javier Ramírez Melgarejo
Con nocturnidad y mucha alevosía
La numinosa calma de la noche en Espuña
me encoge el alma,
siento la quietud en alerta de un noctámbulo
que está acechando presa,
silencioso arte cazador que con metódico sigilo
lanza el ataque vencedor,
desvalido lepórido que en breve agoniza,
por garras que arrebatan la vida.
Todo está medido con suma belleza,
nada escapa a la improvisación de la naturaleza.
Ulular victorioso de una noche certera,
mañana ya veremos si la suerte le espera.
El equilibrio está comandado
por estamentos superiores,
entre plumas, garras y picos se reparten los honores.
Javier Ramírez Melgarejo
Malvariche fuego cotidiano
Chimeneas trabajando a todo trapo
nublan las estrellas cuando el humo sube raudo,
cielo limpio y despejado que invita brindar,
por llevar una vida dura pero llena de felicidad.
La chasca en verano e invierno candente,
en Malvariche siempre hubo fuego permanente.
El sol golpea las montañas y solitario avanza,
altas cumbres en este valle le abrazan.
Los Quintines recorriendo veredas y senderos
entre jaras, tomillos, lentiscos y enebros.
Doña Lucrecia dama de gran pecunia y el guardia Ramón,
personajes de este valle que agoniza su extinción.
Ascensión Serrano La Colipava y su hija Isabel
historia de esta aldea no escrita en un papel.
Malvariche aldea escondida, tu destino estaba escrito,
un presente de escombro y un futuro consumido.
Vivencias de lugareños que ya fenecieron
donde la felicidad fue el presente que consiguieron.
Malvariche un pasado que se pierde, por nunca jamás
sabiduría campesina etérea que se volatiza
como el humo de antaño de sus chimeneas que no volverá.
Javier Ramírez Melgarejo